Nuestro Cine Primigenio

En esta sección quiero recordar los inicios de nuestro cine. Ese cine rancio con sabor a la España naciente, en un país donde todo estaba por descubrir.

Desde mi aprendizaje sobre este arte, escribo para poner en conocimiento de algunos, o recordar a otros, que nuestros mayores soñaron despiertos en salas donde la fotografía cobraba movimiento.

Para remover nuestras conciencias, recordaré palabras de Juan de Dios Salas, un conocedor, estudioso y divulgador de esta arte. Suerte que le permite la Universidad de Granada y sus amplísimos conocimientos de la materia. Gran persona con la que aprendí a disfrutar del blanco y negro gracias a sus cursos en el Palacio de la Madraza de Granada y su festival de cine clásico: «Granada Paradiso». Tomaré conceptos del Historiador Joan Francesc de Lasa y de José Antonio Bello Cuevas, escritor afamado sobre la Historia de nuestro cine, entre otros.

Los inventores del cinematógrafo, un aparato capaz de filmar, revelar y positivar la película que luego sería proyectada, fueron los Lumière, quienes aunaron el esfuerzo de otros muchos inventores como: Eadweard Muybridge  y su cronofotografía;  Étienne Jules Marey  con el fusil fotográfico; William George Horner que creó el zoótropo; la Linterna Mágica que dio lugar a las fantasmagorías, espectáculo audiovisual que estrenó Étienne-Gaspard Robert; los inventos de Edison

Todo comienza en la España de 1896. Cuando el operador de los hermanos Lumière, Alexander Promio, trae el cinematógrafo y proyecta las mismas películas que mostraron al mundo por primera vez los Lumière en diciembre de 1895 en París. Además, cuenta con el beneplácito de estos para grabar escenas de Madrid, “Vistas Españolas”, para que resultase más atrayente la representación.

En un país que cuenta con un alto nivel de analfabetismo, un arte cercano que muestra las modas, usos y costumbres, que se basa en la literatura, la política, los hechos históricos y, hasta el género chico, la zarzuela; no puede hacer nada más que crecer. Aunque esto será complicado por varios motivos:

Hay que pensar que España estaba sumida en la pobreza. Esto sería vital para que las compañías cinematográficas no puedan hacer grandes dispendios para sus producciones. Es importante la frialdad del capitalismo burgués, que no quería arriesgar en este espectáculo, por entender que no tenía futuro por ser considerado barato y de poco peso.

El cine, como industria, no nace hasta la República, según Joan Francesc de Lasa. Lo que existió fueron pequeñas empresas que trabajaban de manera local. Como explican las palabras de Román Gubern encontradas en el libro “El cine español (1896-1930): origen y evolución de sus géneros y estructuras industriales escrito por José Antonio Bello Cuevas”: «Se constituyó sobre la base de un conjunto de pequeñas y débiles productoras, con estrategias comerciales conservadoras, fabricantes de películas de argumento localista o patriotero, o de burdas imitaciones del extranjero». Más tarde, las productoras se centran en tres puntos del territorio nacional: Madrid, Barcelona y Valencia.

Los poderes políticos de la época no lo consideran de interés, por lo que se despreocupan del cine hasta el punto de que no existía legislación alguna a excepción de decretos que tratan de la higiene en los espectáculos públicos, la seguridad de los locales, la prevención de incendios…; como lo apunta Joan Francesc de Lasa.

En los inicios del siglo XX, se incorpora el cine a la propiedad intelectual a través de la Sociedad de Autores, lo que se convierte en un hito para este arte.

Junto a las dificultades en sus inicios, también hay que entender otras dificultades que surgirán posteriormente. A saber: la falta de una filmoteca que guardase los negativos; desaparecen las empresas propietarias de los films; los incendios destruyen varios laboratorios donde se almacenaban las películas; se vende el celuloide para aprovechar sus componentes químicos ya que estos se deterioran con extrema facilidad con el paso del tiempo, afectando sobre los nitratos primitivos; en los años 50, la Administración ordenó la destrucción de todas las copias e incluso de los negativos originales de nitrato sin exigir un copiado previo sobre film de seguridad.

También es importante saber que grandes entidades, según fuentes, destruyeron películas sin hacer las copias o, cuando se hicieron, eran de tan mala calidad que posteriormente no se pudieron usar.

Otro momento triste para nuestro cine mudo fue la guerra, momento en que se aprovechó casi todo el material para que los laboratorios lo conviertan en acetona para pintar las uñas de las señoritas.

Como último motivo de la desaparición de estos documentales sobre nuestro país, tenemos el incendio de 1961, del que escaparon muy pocos nitratos que aún siguen siendo dañados por el paso del tiempo. Aunque en Valencia se está consiguiendo restaurar distintas películas que se encontraron en una buhardilla en Benissa (Alicante), gracias al trabajo de la Filmoteca Valenciana y al invento de Juan Mariné, con el que se logra el emplazamiento correcto de cada fotograma para estabilizar la imagen y la eliminación de rayas, marcas o manchas. Así pudieron, incluso, corregir posibles defectos de origen como desigualdades de luz producidas en el mismo rodaje o fallos en los revelados, frecuentes debido al carácter artesanal de los mismos.

Por distintas referencias, he conseguido saber que la pérdida de estos legados maravillosos asciende hasta un 90% aproximadamente y que muchas de las obras que se pueden ver completas están en manos de particulares; aunque, por ello, estos son muy recelosos y no dejan que se muestren fuera de su dominio.

Aunque  nuestro cine ha sufrido mucho, siempre hay que recordar a directores como: Eduardo Moreno o Joseph Sellier, quienes rodaron la primera película: El Entierro del General Sánchez Bregua” en 1897; Eduardo Jimeno Correas quien comenzó a rodar en 1899 y que fue autor de “Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza” y “Los Saludos”. Abandonando estos documentales, a los que se le llamaban “vistas” o “españoladas», cohabitaban otros directores que hacían películas con argumento, como es el caso del barcelonés Fructuós Gelabert, con su película “Riña en un café”, de 1897; o el archiconocido internacionalmente, Segundo de Chomón, al nivel de Georges Méliès, quien fuera director, realizador, técnico, inventor… de muchas producciones de ficción tanto nacionales como internacionales hasta 1927 y sobre quién hablaré en el próximo número. Otro de los grandes directores de la época fue Benito Perojo.

En cuanto a los actores de la época mencionaremos una pequeña muestra: Imperio Argentina y su hermana San Sulpicio, película de la que quedan escasos tres minutos; La Argentinita, que solía hacer de mujer andaluza; Irene Alba, madre de la saga de los Gutierrez Caba; Margarita Xirgú, junto con la que comenzó una jovencísima Aurora Redondo, y que también sobresalió en el teatro; Angelina Bretón, con su película más afamada: “Curro Vargas”; Pedro Larrañaga y Ruiz-Gómez, padre de Carlos Larrañaga; Buenaventura Ibáñez, actor y mimo a nivel internacional; y una gran cantidad de intérpretes que se han perdido.

Para terminar, solo mencionar algunos títulos: “La reina joven”, “El beso de la muerte”, “El nocturno de Chopin”, “El alma torturada”, “El alcalde de Zalamea”, ”La dolores”, “Castigo de Dios”, “La Venenosa” y “Nobleza Baturra”, por citar algunos.

Por último, me gustaría que disfrutéis de este artículo tanto como yo investigando sobre el tema. Y si os ha gustado, os emplazo para el próximo en el que hablaré sobre Segundo de Chomón, como ya había anunciado.

¡No os lo perdáis¡

Julio Vegara Polaina

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