HABLANDO CON… «Pepe Cantero»

PEPE CANTERO

Es maravilloso poder contar con una figura como Pepe Cantero en este primer número de nuestra revista. Cómico y actor granadino, lleva prácticamente toda su vida en teatro, cine, radio y televisión; destacando su gran trabajo en la compañía de teatro “Teatro para un Instante”.

E.C.D.—Su primer trabajo fue en la radio, en “La Voz Granadina”, ¿Cómo surgió?

P.C. Siempre me ha fascinado el MUNDO de la RADIO, desde aquellos maravillosos programas de mi niñez y adolescencia, en los que escuchábamos esas míticas voces que hacían nuestra imaginación y nuestra fantasía. Llegábamos a pensar que, dentro de esos enormes aparatos de radio de lámparas (que tardaban un buen rato en calentarse y «arrancar a sonar»), habitaban un montón de pequeños seres que «hacían» esa mágica e increíble RADIO que fue nuestro alimento en los años 50 y 60.

Fue en esos años, finales de los 60, cuando gracias a una gestión de mi padre, y a su amistad con una maravillosa mujer de RADIO, referente en nuestra ciudad, comencé a trabajar casi de «meritorio» en la Voz de Granada. Recuerdo esa época con gratitud, ya que aprendí muchísimo y conseguí una voz muy expresiva y una dicción «neutra», condición indispensable entonces.

E.C.D.—¿Y la pasión por el Arte Dramático? ¿Cuál fue el detonante para dedicarse a la actuación?

P.C. Mi amor por la escena también es una constante en mi infancia y mi juventud.

Desde esos primeros grupos de teatro del Colegio hasta formaciones teatrales de aficionados. En ellas hacíamos incursiones en todo tipo de textos y se forjaban además grandes y buenas amistades, con un constante aprendizaje de la escena y de la vida.

Posteriormente emprendí el estudio de la carrera de Arte Dramático en la RESAD de Madrid, y de vuelta a Granada, entré en contacto con TEATRO AULA 6, un grupo de los denominados de «teatro independiente», allá por los años 70, donde a base de giras imposibles por los pueblos más pequeños de gran parte de Andalucía, fui entendiendo que es a esto, al TEATRO, a lo que me quiero dedicar, y del que quiero vivir, y por el que quiero vivir.

E.C.D.—Cuando vemos obras de teatro, lo primero que observamos, o al menos, es lo que se trasmite, es ese entusiasmo tan característico de los actores. ¿Cómo recuerda la primera vez que se subió a las tablas?

P.C.Pues posiblemente fuera en una función de Colegio, en el Colegio San Isidro de Granada, donde montamos algunos textos de autores españoles como los hermanos Quintero, Alfonso Paso, Jardiel Poncela, etc.

Y ya, de manera profesional, en el mencionado grupo Teatro Aula 6, con el espectáculo sobre textos de la poesía española Palabras de Amor y muerte.

Desde entonces, con más de 50 años de oficio, se mantiene viva en mí esa emoción, esas «mariposillas» en el estómago que decía la gran Margarita Xirgu, un sentimiento continuado de inmenso amor por el oficio de CÓMICO

E.C.D.—Su entorno, ¿cómo reaccionó al saber que usted quería ser actor?

P.C. En la época en la que comencé, era muy común una gran oposición por parte de la familia, aunque en mi caso no duró mucho, pues mis padres comprendieron, al poco tiempo, que era a este oficio, al que quería dedicarme, y que lo hacía bastante bien. Esa inicial oposición se transformó en apoyo y enorme orgullo cuando, con los años, vieron a su hijo «salir» en la tele o aparecer esporádicamente en los medios de comunicación.

Mis padres siempre han estado muy orgullosos de su hijo como su hijo enormemente orgulloso de ellos.

E.C.D.—Podemos imaginar, que su oficio no es nada fácil ¿puede contarnos, brevemente, sus luces y sombras?

P.C.El oficio de CÓMICO es maravilloso, pero muy difícil. Es sin duda alguna una de las profesiones con más índice de paro, hasta el punto de que los actores y actrices han de trabajar en otros oficios para poder sobrevivir, pero sin duda es un oficio de resistentes, una carrera de fondo, donde cada día se está empezando casi de cero.

Pero la grandeza del OFICIO DE CÓMICO es que se trabaja con la fantasía, con la ilusión, con las emociones.

Jugamos a «ser otro» para engañar al espectador con una apariencia de la verdad, ponemos sobre la escena la verdad de nuestras emociones para abrir en el espectador una ventana a la imaginación, a otras vidas posibles, a toda la magia del TEATRO.

E.C.D.—Vivimos en tiempos difíciles para la cultura; sobre la importancia del teatro, en este caso, ¿qué diría a nuestros lectores?

P.C.La cultura, el ocio, el espectáculo en definitiva, está siendo uno de los sectores más perjudicados por esta difícil situación. A pesar de ello, hay que volver a levantar el telón. Con todas las medidas de seguridad exigibles, hay que volver a los TEATROS. Cientos de Compañías, miles de familias, están atravesando momentos muy difíciles. Los trabajadores del espectáculo hemos estado acompañando, divirtiendo, emocionando a los ciudadanos durante el confinamiento, y es ahora cuando necesitamos del ciudadano, del público.

¡SIN TI…. DESAPAREZCO!

Así dice el lema de la Campaña por nuestra cultura, por nuestras ARTES ESCÉNICAS.

E.C.D.—Usted ha trabajado en televisión, ¿cuál ha sido el director con el que más le ha costado trabajar?

P.C.He tenido la gran fortuna de trabajar con los más grandes directores y directoras de cine y televisión, pero con ninguno de ellos he tenido especial dificultad. En general, son muy exigentes, esa es su función, y el Actor tiene la obligación de dar lo mejor de sí mismo en cada momento, ya que esa es la grandeza del OFICIO DE CÓMICO.

E.C.D.—¿Hay algún actor que le haya impactado, con el que se haya sentido más cómodo trabajando?

P.C.Al igual que con los directores, también he tenido la suerte de trabajar con los más grandes actores y actrices.

Posiblemente fuera el gran Arturo Fernández (con quién compartí casi 40 capítulos de La Casa de los líos), por su generosidad, sus múltiples recursos y su carisma, quien dejó en mí un impacto muy enriquecedor para mí carrera y para mí persona.

E.C.D.—En general, en el ámbito profesional ¿qué anécdota recuerda con más cariño?

P.C.Volviendo a La Casa de los líos, recuerdo con cariño las pequeñas y divertidas manías de los grandes. Arturo Fernández era un pozo inagotable de divertidísimas improvisaciones en cada secuencia, y los demás actores teníamos que estar muy «al loro» para seguir su ritmo, y la gran Florinda Chico, tenía que acabar siempre el último plano de cada secuencia, lo que resultaba muy divertido y entrañable.

En fin, cada día, cada jornada de rodaje, ha estado lleno de experiencias muy divertidas y memorables.

E.C.D.—En ocasiones, dejamos escapar oportunidades que nos ofrece la vida, precisamente, porque tenemos que elegir, ¿cuál fue esa ocasión? ¿Pudo haberle cambiado la vida?

P.C.No recuerdo especialmente alguna oportunidad perdida que fuera decisiva en mi vida, en mi carrera ; quizás sí rescato oportunidades para bien: una ocasión en la que, casualmente, me encontré con un ayudante de dirección al que conocía y me presentó al director de una serie de TVE, el cual, tras una breve charla, y aunque la serie ya se estaba rodando, me ofreció un papel magnífico, el primer CURA de mi carrera, en la serie El obispo leproso, un personaje con bastante lucimiento y muchas sesiones, que fue muy importante para mi carrera.

E.C.D.—Hay se demuestra la importancia de la elección, ¿puede decirse que usted se siente realizado?

P.C.En este oficio hay que estar empezando todos los días, por eso el «sentirse realizado» es algo difuso, efímero. En general estoy satisfecho de mi trayectoria; al ser un actor, digamos, «todo terreno» he tocado todos los géneros: teatro, cine, televisión, doblaje, radio, zarzuela, conciertos…

En mi opinión, la realización de un actor consiste en trabajar todos los géneros que se le presenten y hacerlo lo mejor que pueda y sepa, poniendo el corazón en cada personaje.

E.C.D.—Es cierto que estamos en una sociedad muy visual, ¿cómo piensa que puede influir las artes escénicas en ella?

P.C.El TEATRO existirá siempre. Hay soportes, plataformas, etc…, que podrán ofrecer Teatro filmado, espectáculos creados especialmente para un formato digital, pero nunca podrán reemplazar a la magia del TEATRO en vivo, a la comunión, a la comunicación entre un ACTOR y un ESPECTADOR.

E.C.D.—Finalmente, ¿qué le diría a los jóvenes que se sumergen en este mundo?

P.C.Les recordaría que eligen un oficio muy difícil, en el que es necesaria resistencia al desaliento y mucha ilusión, una vocación para corredores de fondo y una profesión en la que hay que estar en constante preparación, en constante reciclaje.

Que se preparen a conciencia, en todos los aspectos de la profesión, que nunca pierdan la esperanza, y que estén preparados, listos para aprovechar cualquier oportunidad.

Un músico puede elegir entre diversos instrumentos (violín, viola, piano,…), un ACTOR es su propio instrumento: su voz, su cuerpo, sus emociones, y por eso, debe de estar constantemente afinado y a punto.

Esa es la grandeza y la servidumbre del OFICIO DE CÓMICO.

ALICIA MARTÍN LÓPEZ

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