LA MATRIX DEL ESCRITOR(15)…LOS TRASTORNOS DE LOVECRAFT

La genialidad es la virtud, de los que pocos saben el origen. En cada artículo hemos destacado la forma de cómo varios personajes famosos de la historia han logrado conectar con la inspiración. En todas las artes, aun en la ciencia, hay un hilo conductor hacia cada evento motivador capaz de despertar ese nato don. En esta oportunidad visitaremos la tortuosa vida de Howard Philips Lovecraft, quien nos erizó la piel con tantas obras de terror.

Desde la cuna, la vida del pequeño Howard no fue sencilla. Hijo único de Winfield y Sarah, una pareja con severos trastornos somáticos. Para la familia hubieron tiempos de normalidad, hasta los tres años del infante. Cierta crisis nerviosa del padre lo llevó al progenitor a quedar internado en el hospital siquiátrico. La madre debió tomar las riendas del hogar criando en soledad al hijo. La carencia de la imagen paterna, con mente clara, marcó el crecimiento del joven, quien se sumergió en las letras con la intención de evadirse de la realidad. Desde muy chico podía leer y escribir, poseía la salud deteriorada impidiéndole ir al colegio. Siempre se sentía enfermo, las continuas pesadillas en la noche lo estresaban al límite. Sarah llegó a pensar del posible trastorno mental igual al del marido. Howard no cesaba de escribir.

—Deja por algún momento descansar a las musas. Sal a tomar sol, lo necesitas —dijo Sarah al verlo obsesionado con la escritura.

—No son las musas quienes me inspiran, madre. Los tormentosos sueños al dormir debo llevarlos al papel antes de olvidarlos. El Cthulhu me exige, con macabros poderes, terminar de describir a cada integrante de la repugnante legión.

Esas palabras la pusieron muy nerviosa, las sospechas parecían estar bien fundadas, notó el dejo de locura en los ojos hundidos del hijo. El joven se percató de ese temor en la cara de la madre.

—No estoy perdiendo la cabeza como papá, descuida. Me permito sacar mis miedos en cada prosa, aunque deba aislarme del mundo. Mi cuerpo no soporta el sol, ni las fuerzas naturales del clima, soy un símil de humano, como cada monstruo salido de mis experiencias oníricas.

Sarah siguió con los quehaceres domésticos encogiéndose de hombros mirando con ternura al adolescente. Howard se sentía siempre muy disminuido en lo físico, era hipocondríaco, nunca les tuvo confianza a los médicos. El fenómeno sicosomático le llevó a límites insospechados, no ser discriminado por los escritores conocidos de la época. Los trastornos en el sueño le generaban alucinaciones diurnas afectándole el reloj biológico, vivía más en la noche. El rostro demacrado por el cansancio lo hacía parecerse a sus espeluznantes creaciones.

—Ya ni duermes, hijo. ¿Quieres una taza de leche con miel? Te aplacará los nervios — le dijo la madre luego de levantarse de la cama al sentirlo aún despierto.

—Estos seres infernales tampoco descansan, madre— Le señalaba con el índice cada palabra plasmada en el papel—. Ellos no me hacen conciliar el sueño por la lógica razón, son monstruos nocturnos. Las sombras como la sangre son de otro color cuando en la noche la muerte acecha.

Se tomó la humeante taza de leche, pero siguió tecleando compulsivamente en la ruidosa máquina. Recordó aquellos días donde la madre lo vestía como niña frente a la familia. El deseo de la mujer por tener niña le generó varios traumas irreversibles al pequeño Howard.

«Eso fue algo monstruoso también» —pensó.

Sarah veía a Howard imposibilitado para enfrentar la vida, al verlo siempre sumergido en sombríos mundos fantásticos. Un cuadro de histeria la llevó a quedar internada en el siquiátrico, igual al esposo fallece en 1921.

Howard era muy leído, de los referentes predilectos el más destacado fue Edgar Alan Poe. Sin embargo, las obras siempre se diferenciaron sobre la de todos ellos, por haber sido el primero en crear razas de monstruos cósmicos con la capacidad de alterar el tiempo espacio. Adicto a los libros de astronomía, ocultismo y ritos paganos creó nuevas modalidades de creencias al diseñar el manual de entidades monstruosas, llamado el Necronomicón. Ya de adulto se hizo el lugar dentro del ambiente literario, entre los pares, pero todavía algo lo perturbaba.

—Dinos, Howard. En tus obras nunca hemos leído sobre ninguna escena íntima entre los personajes. ¿Veremos en el futuro algo de sexo? —dijo uno de los escritores, del grupo creado con el propósito de intercambiar ideas.

—Existe otra realidad en mis historias, en ellas no hay tiempo para describir los instintos carnales entre humanos —contestó apresurado.

Al mes siguiente de aquel encuentro con los colegas anunció las prontas nupcias con Sonia Greene, siete años mayor. La presurosa unión pareció la justificación a los comentarios de su dudosa sexualidad, muchos dudaban si alguna vez, por la ermitaña vida, había consumado relación con alguna mujer. Howard padecía genofobia, era el trastorno donde la persona siente repulsión por el sexo. El matrimonio no duró muchos años.

La vida de Lovecraft estuvo plagada de problemas, pero la genialidad surgió de esa tortuosa existencia. En los últimos días padeció de muchas enfermedades en la total pobreza. Falleció en Providence el 15 de marzo de 1937, a los 46 años, víctima de cáncer intestinal, sin haber publicado ningún libro en vida.

No hay recetas a fin de conseguir ese inmaculado don de los dioses. El genio se tiene o no, dependiendo de la motivación disponible en nuestro entorno. Algunos, como Lovecraft, lo consiguen en el ámbito de una familia disfuncional capaz de trastornar la mente a cualquiera. A pesar de ello, logra sobreponerse creando con maestría esa nueva forma de ver el terror. No fue valorado en su tiempo, pero hoy podemos disfrutar de las magníficas obras. El pertinaz deseo de crear universos diferentes nos deja la enseñanza de superación ejemplarizante en la mente de cualquier escritor con bloqueo creativo. Escapar a esos mundos de penumbras, donde la muerte era el común denominador, le permitieron la salida a fin de seguir creando nuevas historias

No te pierdas el próximo artículo en «La Matrix del escritor». Vendré con más sorprendentes historias. Te espero.

LUIS ALBERTO ALVES FERREIRA

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