EL CINE DE MI VIDA(14)… DOCTOR FRONKOSTEIN

  Para celebrar el tercer aniversario de la revista y ahora que llevo unos artículos de la revista publicados, me acabo de dar cuenta que no he hablado nada de ninguna película cómica, que las hay para recordar, y que no pasan de moda, y me voy a decantar por una de la época de los 70, que no es otra que: ”El Jovencito Frankenstein”, parodia donde las haya de las películas de terror (ya que de ese género me reservo el derecho de escribir, junto aquí a  los dos ) a lo Boris Karlof, pero narrando el origen de Frankenstein, conocido rival del famoso vampiro Conde Drácula.

La frase con la que he titulado al artículo no es otra que la que dice nuestro protagonista cuando le preguntan por su antepasado el Doctor Frankenstein, y el reniega y lo corrige diciendo Fronkonstein, hasta que se da cuenta que le corre por las venas la estirpe de su antepasado, el cual, como ya sabemos todos, resucito a un muerto en una noche de tormenta eléctrica, utilizando los rayos, y para ello, mando a su mayordomo, el cual, algo despistado dejo caer el cerebro de la persona que su amo le había dicho que tenía que robar de un laboratorio y decidió, por su cuenta y riesgo, robar otro, que no era precisamente el más inteligente de los que allí había, el resto de las partes del cuerpo son de difuntos del cementerio del pueblo, de hecho, hay una escena muy divertida en la que carga con uno de ellos en un carromato de camino al castillo, y al difunto se le sale una mano, y aquí, nuestro protagonista, ha de ingeniárselas para que el policía que le para, crea que ese brazo no pertenece al difunto, si no a él.

A partir de reconocer que es un Frankenstein, el protagonista de esta historia junto con Igor, el mayordomo, creo que uno de los personaje más simpáticos de esta película por sus frases y parodias, así como la protagonista femenina, de la que por supuesto, se enamora el personaje masculino, recrean lo que hizo su tata-tata-tata-tata-tata abuelo, volver a la vida a un individuo ya fallecido, el “muerto vuelto a la vida”, no cumple con las expectativas que se habían puesto en él, aun así se convierte en otro protagonista más llegando a interpretar una escena de las más divertidas con su creador bailando con un chaqué a lo Fred Astaire delante de todo el público que asiste al teatro en la Gran Manzana, que lo admira emocionando a la vez que aterrado, por el comportamiento que pueda llegar a tener lo que ellos consideran que es un monstruo. Esta escena termina de la peor manera posible cuando el público asistente al espectáculo empieza a tirarle fotos a Frankenstein y, éste, asustado por las luces se pone nervioso y causa el pánico en la sala haciendo que la gente salga despavorida sin rumbo y como es de esperar, es la chica «prota» de la peli la que con su candidez y dulzura consigue calmarlo y que no cause ningún daño, eso, sí, de manera inconsciente.

Aún y pese al paso de los años me divierten muchas de las escenas, y recomiendo que si algunos de los lectores de esta revista, no la ha podido disfrutar, por favor que no haga, no se va a arrepentir. Por cierto, tanto me gustaba que se me ocurrió contárselo a una muy buena amiga que me regalo el DVD de la película como regalo de cumpleaños hace algunos años, la cual como es de esperar siempre que la veo es en su versión original, aunque he admitir que algunos chistes cuenta trabajo pillarlos si tu nivel de inglés no es muy elevado, pero poco a poco se va entendiendo mucho más.

Rodada en blanco y negro, al más puro estilo pelis de terror años 30, esta gran obra del cine, está dirigida nada más y nada menos, que, por el genial Mel Brooks, un pionero -en mi humilde opinión- en las parodias de aquella época y que también nos deleitó con grandes obras cómicas como;” La loca, loca, historia del mundo”, y la que sin duda fue un fenómeno allá por mediados de os 80: “La loca, loca, historia de las galaxias”

            Al igual que con la del “Lo que el viento se llevó”, creo que fue mi madre quien me aficiono a verla, sobre todo en esas noches de invierno, alquilándola de los videoclubs (en la que pese a tener sus años muchas veces era difícil encontrarla) y viéndola en familia esos fines de semana en los que pasábamos todos juntos un buen rato delante de la televisión.

IRENE CARAZO

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