CON TILDE DE ÓPERA 17… LAS EMOCIONES Y LA ÓPERA

¿Qué motivó que la ópera surgiera casi como una necesidad a finales del siglo XV?

Los estudiosos nos dicen que había una necesidad de explicación y comprensión. ¿Pero de qué?

La ópera es ese lugar donde por excelencia se expresan las pasiones y los deseos; donde la fantasía tiene sentido, donde la mitología tiene voz y la música poder.

Y es Orfeo quien inventa el lirismo “El lirismo nace del encuentro del amor y la muerte, cuando el poeta, inconsolable, sale de los Infiernos, retorna con los humanos y atraviesa, después, los campos modulando infinitamente su dolor…La muerte sitúa al lirismo en el mundo, y este la conjura prestándole su voz…. El acto lírico fundamental consiste en cantar: la voz es el corazón de una utopía que adquiere sus alas en la música” Así lo define J.M. Maulpoix en La voixdÖrphée.

¿PERO QUE EMOCIONES NOS TRANSMITE EN LA ACTUALIDAD?

¿Qué sucede en tu cerebro cuando escuchas  la CABALGATA DE LAS VALQUIRIAS de Wagner?

Quizás te haga sentir más fuerte, con ganas de comerte el mundo, de no rendirte ante una adversidad o de celebrar un éxito…

¿La MARCHA TRIUNFAL  de Aida de Verdi?

Aquí aparece esa sensación de grupo, de todos a una y de hermandad.

¿Y el aria  CON ONOR MUORE  de Madame Butterfly de Puccini?

El dramatismo de la escena eriza la piel y te lleva a sentir el dolor de una forma casi personal.

Cada una de ellas, activa en nuestro cerebro más de diez regiones distintas y pone en marcha nuestro sistema límbico; esa porción primitiva situada en el centro del cerebro que está pendiente de las motivaciones que nos brinda el placer y de regular las sensaciones de tristeza o miedo.

La ópera como la vida, nos da la posibilidad de experimentar muchas sensaciones diferentes y  es nuestro propio estado de ánimo el que elige las piezas que necesitamos en cada momento.

¿Pero son nuestras sensaciones las mismas cuando la escuchamos en un dispositivo que cuando vamos al teatro?

La inmediatez de nuestro mundo actual, la economía, la falta de tiempo y miles de situaciones coartan muchas veces la posibilidad de asistir en directo a disfrutar de una  de las experiencias más enriquecedoras que ofrece el ámbito musical.

Con vuestro permiso; os cuento mi primera experiencia y con ella, las dudas que muchas veces nos asaltan ante lo desconocido.

Mi aproximación a la ópera comenzó con un programa de televisión que nada tenía que ver con la música. Se trataba de Documentos TV, donde el gran Pedro Erquicia, despedía el programa con el fondo musical de CARMINA BURANA  de CARL ORFF. Esa sintonía quedaba en mi cabeza de una semana para la otra; hasta el punto que me daba igual el tema a tratar, solo quería que acabase para escuchar aquella maravillosa pieza; en aquellos años el acceso a internet no estaba popularizado  y no todos teníamos acceso a él.

Mi curiosidad innata me llevo a empezar a investigar en tiendas de discos, la sección de música de unos grandes almacenes por todos conocidos, eran uno de mis lugares favoritos. Pronto entablé amistad con uno de los dependientes del departamento, otro amante del bel canto.

Corría el año 1986 cuando la ópera entró en mi vida para no volver a salir y con ella,  la necesidad de asistir en directo a una representación.

Mientras no llegaba el deseado día, mi colección de CD  y DVD se iba haciendo cada vez más amplia y  variada.

Contemplaba extasiada en aquellos DVD, todo el proceso antes del inicio de la propia ópera; desde la imagen del patio de butacas repletas de espectadores, la entrada en escena del director de orquesta y por supuesto la subida del telón.

La imaginación volaba y las preferencias se asentaban. Por aquel entonces mi lugar favorito era el Castillo de Sant´Angelo, donde Floria Tosca terminaba trágicamente con su vida al perder a Mario.

Si, amigos la intensidad dominaba y la pasión lo  magnificaba todo; pero vamos a la historia prometida.

Habrían de pasar varios años hasta experimentar esa primera vez, que como cualquier primera vez, puede ser decepcionante o apasionante; ya imagináis cual fue la mía.

La casualidad hizo que un diario descansara solitario en la mesa en la que me senté para tomar un café,en una ciudad, que no era la mía. Lo  hojeaba sin otro interés más que el de pasar el  rato, cuando en una página, leo incrédula, en letras grandes, mayúsculas y negrita el  anuncio del estreno de TURANDOT. ¿Mi primera reacción? Porque representan esa y no TOSCA, (llegue a tener una cierta obsesión con esta ópera)

Afortunadamente la “tontería” no me impidió organizar el despliegue necesario para poder acudir al estreno.

La primera duda que surgió una vez resuelto el problema organizativo, fue, ¿Cómo hay que vestirse?  ¿Existe etiqueta? ¿A quién preguntas? Os parecerá de risa, pero en mi entorno, nadie se interesa por la ópera, no conocía a nadie que hubiera asistido, no iba acompañada por nadie….. Yo era la rara a la que le gustaba una música antigua!!!

Bueno en estos casos soy bastante resolutiva y después de un par de horas,decidí que los términos medios siempre son seguros, así que ni de vaqueros ni como para una boda,  que no iba a La Scala de Milán…

Entrar en el teatro, fue un momento indescriptible, si y un poco pueblerino;  he de reconocerlo; pero es que estaba sentada en medio de personas que hablaban de tenores, sopranos y escenarios, todos parecían expertos, yo solo tenía en común con ellos la emoción y la pasión por aquellas voces que me transportaban a sitios donde nunca había estado y a emociones que nunca había sentido (en el ámbito musical).

¿Tuve un momento de síndrome de Stendhal? Creo, con toda sinceridad, que sí.  No podía concentrarme en nada específico; todo era novedad, el mismo aire que respiraba era distinto, quería verlo todo al mismo tiempo y eso sin que hubiera empezado  la función.  ¿Os podéis imaginar la escena?

Al primer golpe de gong con el que comienza la ópera, os prometo que una lágrima, tomó la decisión de liberarme de la tensión que acumulaba mi cuerpo.

A partir de ahí, no fui consciente del tiempo, ni de la gente que me rodeaba, yo respiraba al ritmo de una princesa china, llamada Turandot.

Por fortuna, muchas fueron las veces que puede repetir la experiencia, todas enriquecedoras y diferentes,  pero he de reconocer que ninguna como esa primera vez; que me llevó a amar este género de forma incondicional.

Da igual el momento que esté viviendo, una carrera, una caminata, escribir, leer, cocinar o sencillamente no estar haciendo nada; ella está presente cada día.

Más allá de lo que pueda transcender mi entusiasmo, que no es necesario compartir hasta el mismo extremo, os animo a escuchar alguna de las maravillosas arias que pueblan en amplio mundo operístico.

Si este artículo trimestral, sirve para que vuestra curiosidad os lleve a probar: Misión cumplida.

Si os apetece algún tema en concreto, os invito a dejar un comentario en nuestro canal.

Os espero en el próximo número de la revista.

                                                                                                                             LISI DA SILVA

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